Tuesday, August 29, 2006

Levedad

De entre muchos pensamientos diarios, hay una idea que me inquieta, la idea de la desvinculación, durante algun tiempo me sentí forzosamente ligada a algunas causas, fuesen dignas o no, y ello me produjo cierta asfixia, cierto sentimiento de no merecer el estar atada a ellas, aunque muchas de ellas fueron netamente mi elección. Durante años he pensado que mientras las cosas se den en la medida de lo planeado están bien, que los cambios de planes son un obstáculo que no tiene otro objetivo entorpecer el camino hacia objetivos definidos, pero entre uno de esos altos y bajos, me sentí liberada por uno de ellos, por brindarme la oportunidad de ser todo lo cobarde que no me atreví a ser, porque incursionar fuera de línea planeada requiere de un valor que alguien suficientemente cobarde debe asumir y que no es una elección fácil.
Luego de dejar de luchar momentáneamente contra los repentinos cambios de planes que surgían en mi vida diaria, decidí sucumbir a ellos, me sentí aceptablemente débil como para no oponer resistencia, para dejar que otro ente superior como es el destino me indicase que hacer
(el agnosticismo no me lo perdona, pero yo me las arreglo, al fin y al cabo, en mi vida mando yo, y quien yo quiera dejar que opte por mí), algo no muy bueno debí estar haciendo para que cada cosa que emprendía chocase contra muros que no siempre me dejaban expandir mis planes a mi antojo, en algún lugar mi camino se volvió mas duro que el de las personas que lo recorrieron antes, me extravié en otra dimensión.


Fue así como un dia decidi que si ya estaba perdida, no habia caso para intentar buscar el rumbo, decidí sucumbir a la gravedad, a flotar ingrávida entre mis propias contradicciones, a identificar el gradiente que haría que mis elecciones fuesen más simples al dejarme llevar en su corriente. Un dia de estos detuve el rumbo, abri los ojos y me encontré en la más absoluta desnudez frente a mi misma, percibí ojos ajenos posados en mi piel, brisas inspiradoras cortando cada lóbulo de mis pensares, me dejé atravesar por mil ideas, ultrajada por una desidia escandaloza; el placer se volvió una hermosa religión profanadora, fue de esa forma que me elevé entre cálidos vientos estivales, y floté sin peso alguno en mi conciencia, sin opresiones racionales, negué toda existencia planificada, escribí poemas y recé letanías. Sentí devoción en los atardeceres, culpa a medianoche,y respeto al amanecer. Juegué a disolverme entre mi yo ideal y mi yo existencial. Podía oler la compasión a mi alrededor, sin embargo, me compadecí de ellos y les di pie a sentirse caritativos. Sin más ni menos, me senté en la otra orilla y sólo observé sus rostros en la sombra, esos gestos que guardan para sí, y que no confiesan al párroco.
La felicidad y la soledad entraron en guerra dentro de mí. La primera me hacia sentirme liberada del sistema al que hube pertenecido y que justo ayer se me mostró austero y eficaz, frio y absoluto, mientras la segunda me recordaba que la gratuidad no es inherente a la existencia, que la verdad y la culpa tienen el mismo sabor cuando se es único poseedor de la belleza apolinea con sabor a vinos. Dia a dia no se dieron tregua entre la polaridad a la que me sometían, el mundo externo fue cada vez más hostil, y el interno cada vez más ineludible. El habitar se volvió una imposibilidad congénita, el lenguaje fue prostituído por el bando más fuerte, los colores perdieron la luz, se reformuló toda teoría de ser o no ser en base a objetivos, la guerra interna de la que huí me alcanzó como un mundo propio amurallado que se alzó sobre mí.

Ciertamente, yo dejé de optar para que todo se confabulara a mi alrededor y me hiciese sucumbir interna o externamente a las escrituras de una enfermiza trama.






Nat, acuerdate de corregir, tanta metáfora no puede ser buena.